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Cuando sentir demasiado se vuelve parte del problema (y no sabes por qué)

Una mujer sola en una habitación, sintiendo demasiado.
Reconocer que las emociones “demasiado intensas” pueden tener un trasfondo tratable es el primer paso hacia la estabilidad emocional.

Hay personas que se sienten demasiado. Demasiado intensas, demasiado sensibles, demasiado reactivas, demasiado inseguras. Personas que viven todo con una carga emocional tan alta que a veces hasta respirar se vuelve esfuerzo.

No lo cuentan mucho. De hecho, muchas ni siquiera saben cómo explicarlo. Pero lo viven así:


  • Se sienten profundamente heridas por cosas que otros olvidarían en minutos.

  • Temen ser un estorbo, aunque nadie se los haya dicho.

  • Sienten culpa después de decir lo que piensan, aunque lo hayan dicho con respeto.

  • Aman con fuerza, pero dudan constantemente de si son amadas de vuelta.

  • Les cuesta confiar, pero también les cuesta estar solas.

  • Se adaptan demasiado para no molestar, y luego se ahogan en rabia o tristeza.

  • Y viven con la sensación de que algo en ellas está mal, aunque no sepan exactamente qué.


“No es tan grave”, les dicen. Pero por dentro sí lo es


Desde fuera, parece que exageran. Que todo les afecta más de la cuenta. Pero desde dentro, no se trata de exageración. Se trata de un sistema emocional en alerta constante, de una necesidad profunda de ser aceptadas y de un miedo igual de profundo a ser rechazadas, traicionadas o abandonadas.

Lo que pasa es que el dolor psíquico no se mide en decibeles. Y hay sufrimientos que no hacen ruido, pero desgastan lentamente la vida entera.


¿Y si lo que has vivido no te enseñó a confiar?


Muchas de las personas que se sienten así no tienen necesariamente un "trauma" evidente, pero sí una historia llena de microexperiencias que las hicieron adaptarse emocionalmente para sobrevivir:


  • Ser muy complacientes para no generar conflicto.

  • Callar emociones para evitar rechazo.

  • Aprender a anticipar el malestar del otro antes que el propio.

  • Dudar siempre de sus propias reacciones.

  • Asumir que el amor siempre duele un poco.

  • Creer que si alguien se aleja, es porque algo hicieron mal.


No es una decisión. Es un patrón aprendido. Y con el tiempo, ese patrón no se nota solo en las relaciones: se filtra en el trabajo, en la forma de tomar decisiones, en la imagen propia, en la ansiedad de cada día.


No es que “así eres tú”. Es que algo te está costando más de lo que debería


La mayoría no llega a consulta diciendo “tengo un problema de personalidad”. Llegan diciendo:

“No sé qué me pasa.”, “Me siento vacía.”, “Reacciono exagerado, y después me arrepiento.”, “Siento que no encajo en ningún lado.”, “Tengo miedo de que me dejen.”, “Yo sé que no debería pensar así, pero no lo puedo evitar.”, “Me odio cuando exploto.”, “Me cuesta decir lo que quiero.”, “Cambio de ánimo muy rápido y me cansa.” y “A veces siento que no tengo identidad.”

Y detrás de esas frases hay algo real, profundo y tratable.

No son “dramas”. No es debilidad. No es necesidad de atención. Es sufrimiento emocional crónico, que muchas veces está vinculado a un estilo de funcionamiento afectivo y relacional que ha estado ahí por años, y que puede tener nombre clínico.


¿Es un trastorno de personalidad? No lo sabemos aún. Pero sí sabemos que algo necesita ayuda


Cuando los patrones emocionales, conductuales y relacionales son tan consistentes que afectan de manera significativa la vida cotidiana —aunque la persona no logre ver la raíz—, es momento de detenerse.

Y no para etiquetarse, sino para comprenderse.

Hay personas que viven en constante ambivalencia: entre necesitar al otro y alejarlo; entre exigirse y sabotearse; entre buscar protección y no tolerar sentirse vulnerables. Y no es porque quieran. Es porque su sistema emocional se desarrolló así, en defensa, en alerta, en modo supervivencia.

Pero eso se puede trabajar. La terapia no busca borrar lo que eres. Busca ayudar a reorganizar lo que se activó por necesidad, pero que hoy se ha vuelto fuente de sufrimiento.


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¿Cómo saber si es momento de buscar ayuda?


Estas preguntas pueden orientar:


  • ¿Sientes que tus emociones te sobrepasan con frecuencia, incluso en situaciones pequeñas?

  • ¿Te cuesta regular tus reacciones sin después sentir culpa o vergüenza?

  • ¿Vives con una sensación de inestabilidad emocional o de vacío persistente?

  • ¿Tus relaciones son intensas, inestables o están marcadas por el miedo a perder al otro?

  • ¿Te cuesta tomar decisiones sin consultar o complacer a los demás?

  • ¿Sientes que hay algo en ti que no logras comprender, pero que te está impidiendo sentirte bien contigo misma?


Si varias de estas preguntas resonaron, no es que estés rota. Es que tu historia emocional merece ser escuchada con más profundidad.


En terapia no se cambia la esencia, se trabaja para mejorar la calidad de vida.


Hay personas que han vivido años sintiendo que sus emociones son demasiado, que su sensibilidad es un error o que su forma de vincularse siempre las termina lastimando.

Pero la verdad es que cuando hay un acompañamiento clínico correcto, ese mismo mundo emocional puede transformarse:


  • La sensibilidad se vuelve brújula.

  • La inseguridad se vuelve autoconocimiento.

  • La impulsividad se convierte en respuesta pensada.

  • El vacío se empieza a llenar con identidad, no con adaptaciones.


Eso es posible. Pero no ocurre solo. No ocurre leyendo frases motivacionales. Ocurre cuando alguien te ayuda a ordenar lo que llevas años sobreviviendo.


Esto es para ti…


Si te sientes emocionalmente agotado, confundido o atrapado en patrones que no sabes cómo romper, quizás no se trata solo de una mala etapa. Quizás es el momento de mirar más a fondo

y considerar que ser tú mismo no tiene que doler.

En Neurohealth contamos con evaluaciones clínicas especializadas y abordajes psicoterapéuticos profundos y basados en ciencias para quienes sienten que algo no encaja, pero no saben por dónde empezar a explicarlo.


Escríbenos si necesitas orientación.


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