Atención fragmentada en un mundo que no se detiene: vivir con TDAH en nuestra época
- Neurohealth RD
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Vivimos en una época donde todo vibra, suena y parpadea. Las notificaciones no esperan, las pantallas no descansan, y los estímulos compiten por nuestra mente como si el silencio fuera un lujo del pasado. En ese escenario, mantener la atención se ha convertido en un reto colectivo. Pero para las personas con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), el desafío es mucho más profundo: no se trata solo de distraerse, sino de vivir con un cerebro diseñado para la búsqueda constante de novedad en un mundo que nunca se detiene.
Un cerebro que busca intensidad
El TDAH no es un problema de inteligencia, sino de autorregulación. Las áreas frontales del cerebro (las que nos ayudan a planificar, mantener el rumbo y resistir distracciones) funcionan de manera diferente. En los últimos años, la neuroimagen ha permitido observar lo que antes solo se intuía: una menor disponibilidad de dopamina y noradrenalina en los circuitos que conectan el corteza prefrontal, el cíngulo anterior y los ganglios basales, regiones que coordinan la motivación, la atención y la capacidad de sostener el esfuerzo mental.
Dicho de otro modo: el cerebro con TDAH no se apaga ni se enciende cuando quiere. Se activa ante lo nuevo, lo urgente o lo emocionalmente significativo. Y en un entorno donde todo es estímulo (mensajes, sonidos, alertas, pantallas), la atención se fragmenta aún más.
El precio de vivir en “modo alerta”
El mundo actual recompensa la velocidad, no la profundidad. Las redes sociales, las multitareas y los entornos laborales hiperexigentes amplifican lo que la neuropsicología llama sobrecarga ejecutiva: el cerebro intenta sostener múltiples focos de atención sin la energía suficiente para hacerlo.
En quienes viven con TDAH, esa sobrecarga genera un patrón muy reconocible: comienzan varias tareas con entusiasmo, pero pocas llegan al final; saltan entre ideas brillantes, pero se agotan antes de concretarlas; y cuando algo despierta su interés, pueden entrar en un estado de hiperconcentración donde el tiempo desaparece.
No es simple “distracción”, sino un desequilibrio en la gestión del esfuerzo mental, que puede traducirse en cansancio, frustración y una sensación persistente de no rendir lo suficiente, incluso cuando el día ha estado lleno de actividad.
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Pasemos de la culpa a la comprensión
En psicoterapia, uno de los primeros pasos es reconstruir la mirada del paciente sobre sí mismo. Durante años, muchas personas con TDAH han cargado con etiquetas de pereza o irresponsabilidad. Sin embargo, detrás de esa autoexigencia suele haber un sistema nervioso hiperreactivo, que responde con fuerza a los estímulos, pero se agota ante la repetición o la monotonía.
El proceso terapéutico busca transformar la autocrítica en autoconocimiento. No se trata de “curar la distracción”, sino de aprender a dialogar con un cerebro que percibe, siente y organiza de otra manera. Las terapias basadas en evidencia integran estrategias prácticas y emocionales: crear estructuras externas que compensen la inconsistencia interna, entrenar la atención plena para fortalecer el control inhibitorio, y cuestionar los pensamientos automáticos de fracaso que suelen acompañar al TDAH. Cada pequeño avance (una rutina que se sostiene, una meta que se completa, una pausa que se respeta) es un paso hacia la autorregulación.
Un mundo que alimenta el ruido
Lo paradójico es que la sociedad actual favorece las condiciones que exacerban el TDAH. Vivimos en un entorno de gratificación inmediata, donde los estímulos compiten por nuestra atención segundo a segundo. Incluso quienes no tienen el diagnóstico comienzan a notar sus efectos: dificultad para concentrarse, ansiedad por no responder a tiempo, sensación de fragmentación constante.
Para las personas con TDAH, este ruido ambiental amplifica la dispersión. Por eso, no basta con ajustar al individuo; también hay que repensar los entornos. En el trabajo y en los estudios, los espacios sin distracciones, las tareas bien delimitadas y las pausas planificadas son tan terapéuticas como los medicamentos o la psicoterapia.
Un abordaje integral
El tratamiento del TDAH más efectivo combina la intervención farmacológica, la reeducación neuropsicológica y la psicoterapia. Desde la psiquiatría, los fármacos estimulantes y moduladores dopaminérgicos ayudan a estabilizar la atención. Desde la neuropsicología, se entrenan las funciones ejecutivas (planificación, memoria de trabajo, flexibilidad cognitiva) para que la mente recupere su sentido de dirección. Y desde la psicoterapia, se reconstruye la relación con el tiempo, con la autoimagen y con el esfuerzo.
Este trabajo conjunto no busca que la persona cambie su esencia, sino que aprenda a habitar su propio ritmo sin sentirse en deuda con el mundo.
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Vivir con atención, no solo prestarla
Vivir con TDAH en esta época no es una condena, sino un desafío que exige nuevas formas de comprender la mente. Significa reconocer que la atención es un recurso finito, que el descanso es una herramienta terapéutica y que la calma también puede entrenarse. A veces, la verdadera tarea no es concentrarse más, sino aprender a frenar en un mundo que no sabe detenerse.
La atención no se pierde: se dispersa entre demasiadas demandas. Y cuando se aprende a dirigirla hacia lo que realmente importa, se transforma en una aliada poderosa.
Referencias
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Volkow, N. D., Wang, G. J., & Baler, R. D. (2022). Reward, dopamine and the control of attention in ADHD. Nature Reviews Neuroscience, 23(9), 568–583.
American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed., text rev.).
Castellanos, F. X., & Proal, E. (2019). Large-scale brain systems in ADHD: Beyond the prefrontal-striatal model. Trends in Cognitive Sciences, 23(10), 838–850*.
Barkley, R. A. (2020). Executive functions: What they are, how they work, and why they evolved. Guilford Press.
