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¿El estrés y la ansiedad se han vuelto tus compañeros del día a día?

Actualizado: 14 feb

El ritmo de vida actual, con sus demandas laborales, responsabilidades familiares y desafíos sociales, ha hecho que el estrés y la ansiedad se conviertan en compañeros del día a día. Estas emociones, aunque naturales y útiles en dosis moderadas, pueden tornarse perjudiciales cuando persisten sin control.



Mujer experimenta estrés y ansiedad
El estrés y la ansiedad se pueden volver incapacitantes si no se regulan.



Cuando el estrés y la ansiedad pasan de aliados a enemigos


El estrés crónico y la ansiedad persistente van mucho más allá de un simple malestar. Un estudio reciente reveló que más del 70% de las personas experimentan dificultades para dormir debido al estrés, lo que impacta directamente en su capacidad de concentración y rendimiento durante el día. Además, muchos describen la sensación de tener un "nudo en el estómago" o tensión constante en los músculos, síntomas que se reconocen como respuestas físicas al estrés persistente.


Estas manifestaciones pueden ser parte de tu día a día. Es posible que despiertes por la mañana sintiéndote ya cansado, como si la noche no hubiera servido para recuperar energías. Este agotamiento constante mina la motivación y hace que incluso las tareas más sencillas, como preparar el desayuno o responder correos electrónicos, parezcan una misión imposible. 

A lo largo del día, es probable que notes que te cuesta mantener la atención. Quizás estás en una reunión o hablando con alguien y tu mente comienza a divagar hacia las preocupaciones que te rondan. Este tipo de desconexiones afectan tu rendimiento y aumentan la sensación de incompetencia, lo que, a su vez, intensifica el ciclo de ansiedad.


Los efectos físicos son igual de evidentes. El estrés puede provocar dolores de cabeza tensionales y una sensación de presión constante en los hombros o el cuello. No es raro que estos síntomas vayan acompañados de problemas digestivos: tal vez experimentes dolor abdominal o cambios en tus hábitos alimenticios, ya sea comiendo en exceso o perdiendo el apetito.

Las emociones también se ven afectadas. Puede que sientas una irritabilidad que parece surgir de la nada, estallando ante pequeños inconvenientes. Esa falta de paciencia puede hacer que te alejes de las personas que quieres, reforzando una sensación de soledad y aislamiento. Con el tiempo, estos patrones pueden llevar a un estado de ánimo más bajo y, en algunos casos, a la depresión.


Estrés y ansiedad: tus compañeros con un propósito


El estrés y la ansiedad no son villanos sin sentido; de hecho, son respuestas evolutivas esenciales que han jugado un papel fundamental en la supervivencia humana. En situaciones de peligro, la ansiedad prepara al cuerpo para responder rápidamente, aumentando la alerta y la agilidad. Esta reacción, conocida como la respuesta de "lucha o huida", ha permitido a los seres humanos enfrentar y superar amenazas desde tiempos ancestrales.


El estrés, por su parte, también tiene un valor adaptativo. Pequeñas dosis de estrés pueden motivarte a cumplir objetivos y a actuar con rapidez y eficacia. Sin embargo, el problema surge cuando estas respuestas se activan de forma persistente, sin un descanso adecuado. El cerebro y el cuerpo no están diseñados para mantenerse en un estado constante de alerta, y es entonces cuando surgen los problemas.


¿Por qué sucede? Una mirada desde las neurociencias


Cuando percibimos una amenaza, ya sea real o imaginaria, se activa la amígdala, la parte del cerebro que regula las emociones y la respuesta al miedo. Esta señal desencadena la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, que preparan al cuerpo para una respuesta rápida de "lucha o huida".


Sin embargo, en un entorno donde las amenazas suelen ser más mentales que físicas, como las preocupaciones financieras, la crianza de los hijos o el exceso de trabajo, la respuesta de la amígdala se activa de manera continua. Esto lleva a un estado prolongado de hiperalerta que desgasta los recursos del cerebro y del cuerpo, alterando el equilibrio de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, fundamentales para la regulación del estado de ánimo y el bienestar.

Por su parte, la corteza prefrontal, el área del cerebro encargada de la planificación y la toma de decisiones, se ve particularmente afectada por la sobreexposición al cortisol. Esto puede traducirse en dificultades para concentrarte, pensar con claridad y tomar decisiones, lo cual refuerza la sensación de ansiedad y perpetúa un ciclo de estrés.


Estudios recientes han subrayado que la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizarse, también se ve comprometida bajo estrés crónico. Sin embargo, una buena noticia es que la implementación de técnicas de manejo del estrés, como la meditación y la terapia cognitivo-conductual, puede fomentar la neuroplasticidad. Esto significa que el cerebro puede volver a adaptarse, fortalecer conexiones neuronales saludables y facilitar la recuperación y el bienestar a largo plazo.


Claves para controlar el estrés y la ansiedad


Aunque el estrés y la ansiedad son comunes, no tienen por qué apoderarse de tu día a día. Aquí te ofrecemos algunas estrategias respaldadas por la ciencia para ayudarte a gestionarlos mejor:


  • Respiración y relajación. Dedicar unos minutos a la respiración profunda y controlada puede activar la respuesta de relajación del cuerpo. Esta técnica sencilla puede marcar una diferencia significativa si la practicas regularmente.


  • Ejercicio físico. Mover el cuerpo es una de las maneras más efectivas de combatir el estrés. La liberación de endorfinas durante el ejercicio no solo mejora tu estado de ánimo, sino que también ayuda a regular el sueño y a aumentar tu energía.


  • Mejorar el sueño. Establecer una rutina de sueño consistente y reducir las distracciones (como las pantallas antes de dormir) es clave. Pequeños ajustes pueden mejorar notablemente tu descanso.


  • Mindfulness y meditación. Tomarte un momento para estar presente puede ayudar a calmar la mente. Estudios han demostrado que practicar mindfulness de forma regular reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés.


  • Hablar con alguien. No subestimes el poder de compartir lo que te preocupa. Ya sea con un amigo, un familiar o un profesional, verbalizar tus pensamientos puede aliviar la carga. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es especialmente eficaz para reducir los síntomas de ansiedad y estrés.


¿Cuándo buscar ayuda profesional?


Si sientes que el estrés y la ansiedad están interfiriendo con tu vida diaria, es hora de buscar apoyo profesional. Psicólogos y psiquiatras pueden ofrecerte herramientas y tratamientos adaptados a tus necesidades, desde terapia psicológica hasta opciones farmacológicas en casos necesarios. No dudes en consultar a un especialista que pueda orientarte y ayudarte a encontrar el camino más adecuado para tí.



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