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Cómo se manifiesta el autismo en adultos y por qué muchos llegan al diagnóstico tarde

los adultos con autismo, pueden llegar a pasar desapercibidos pero a un costo muy alto
El autismo en adultos a menudo pasa desapercibido: muchas personas han camuflado su forma de ser durante años sin saber que estaban en el espectro.

Durante décadas, el autismo fue comprendido casi exclusivamente como un trastorno infantil. Hoy, cada vez más adultos están descubriendo que lo que vivieron como rareza, esfuerzo excesivo o desconexión emocional, tiene un nombre clínico: Trastorno del Espectro Autista (TEA).


El espectro que no termina en la infancia


Hasta hace poco tiempo, el modelo diagnóstico del autismo estaba centrado en la niñez, en la alteración del desarrollo temprano y en signos conductuales observables. Pero en los últimos 15 años, la neurociencia, la psicología clínica y los propios testimonios de adultos han ayudado a ampliar la mirada.


Hoy sabemos que el autismo puede mantenerse sin ser detectado durante años, especialmente en personas con buen lenguaje, inteligencia promedio o alta, y pocas dificultades visibles en la infancia.


El hecho de que alguien haya terminado sus estudios, tenga una pareja o un empleo no excluye la posibilidad de estar en el espectro. El TEA no desaparece con la edad. Cambia de forma, se disimula, o se adapta (a veces a un costo personal muy alto).


Signos sutiles con un impacto profundo


Algunos de los signos más frecuentes del autismo en adultos incluyen:


  • Dificultades persistentes para entender dinámicas sociales implícitas (ironía, dobles intenciones, reglas no escritas).

  • Sensación de no encajar o sentirse fuera de lugar, incluso en grupos cercanos.

  • Intereses muy específicos o intensos, que pueden ocupar gran parte del tiempo mental.

  • Preferencia por rutinas estables y dificultades para adaptarse a cambios imprevistos.

  • Sensibilidad sensorial (a luces, sonidos, texturas, olores) que puede generar sobrecarga o agotamiento.

  • Agotamiento social después de eventos grupales, necesidad de aislarse para recuperar energía.


Ninguno de estos síntomas, por separado, permite diagnosticar autismo. Pero cuando se agrupan y están presentes desde etapas tempranas —aunque se hayan enmascarado—, pueden indicar un perfil compatible con el espectro.


No es raro que muchas de estas personas hayan recibido diagnósticos previos de ansiedad, depresión, TDAH o trastornos de personalidad. Pero nunca se exploró la posibilidad de autismo, en parte porque cumplían con sus responsabilidades o tenían “buen contacto visual”.



El camuflaje: una solución agotadora


El fenómeno del masking (camuflaje social) ha sido ampliamente documentado en población adulta, especialmente en mujeres y personas no binarias. Implica el uso consciente o inconsciente de estrategias para parecer “neurotípico”: copiar expresiones, ensayar respuestas, evitar temas de interés, suprimir gestos espontáneos.


Estas estrategias pueden ser adaptativas en ciertos contextos, pero tienen un alto costo emocional. Muchas personas adultas en el espectro reportan fatiga crónica, ansiedad social, burnout y sentimientos de alienación a pesar de estar “funcionando bien”.


¿Por qué no se diagnosticaron antes?


  1. Porque no hubo conductas disruptivas: El autismo silencioso no genera alarma en los sistemas escolares o familiares.

  2. Porque los criterios estaban sesgados: Los instrumentos tradicionales fueron diseñados y validados principalmente en niños varones.

  3. Porque se priorizó el diagnóstico de comorbilidades: Ansiedad, TDAH, depresión o trastornos de la personalidad fueron vistos como centrales, sin explorar el origen neurodivergente.

  4. Porque nadie lo sospechó: Incluso profesionales de salud mental pueden desconocer los matices del TEA en adultos.

  5. Porque aprendieron a compensar: Las habilidades cognitivas o sociales desarrolladas no borran la diferencia neurológica subyacente.


El diagnóstico no cambia quién eres, pero si cómo te entiendes.


Recibir un diagnóstico de autismo en la adultez no es una sentencia, por el contrario, es una forma de organizar una historia vivida sin respuestas claras. Es comprender por qué ciertos entornos agotan, por qué ciertas relaciones confunden o por qué el mundo social ha parecido siempre más complejo de lo que los demás asumen.


El diagnóstico clínico, realizado con herramientas como el ADOS-2 y entrevistas clínicas especializadas, no busca encasillar, sino entregar información válida, útil y empática sobre la forma en que una persona percibe, siente y responde al entorno.


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Entender te da la posibilidad de empezar a elegir mejor


Saber que se está en el espectro puede abrir caminos:

  • Para solicitar ajustes razonables en el trabajo o la universidad.

  • Para elegir relaciones que respeten los ritmos y necesidades propias.

  • Para diseñar rutinas que cuiden la salud mental sin obligar al sobreesfuerzo constante.

  • Para dejar de buscar explicaciones desde la culpa, el fallo personal o la inadecuación social.


Algunos llegan al diagnóstico con 30, 40 o 50 años. No porque el autismo aparezca tarde, sino porque, hasta ahora, nadie había hecho las preguntas correctas, pero eso puede cambiar ahora.

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