¿Sinceridad o pocas habilidades sociales?
- Neurohealth RD
- 14 feb
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Actualizado: 17 feb
La trampa del “Yo soy auténtico porque digo las cosas directo y frontal”.

La sinceridad parece haberse convertido en una virtud absoluta. Se celebra a quienes “dicen las cosas como son y frontalmente”, se les elogia por su autenticidad, valentía y transparencia.
Pero, esta supuesta sinceridad es, a menudo, algo muy distinto. El “yo soy así” es utilizado como excusa por quienes sueltan palabras sin filtro y sin considerar cómo impactan en los demás (y en ellos mismos). Entonces, vale la pena preguntarse, ¿esa franqueza brutal realmente es una expresión de valentía o más bien es un disfraz para la impulsividad y la falta de habilidades sociales?
Ser directo no siempre significa ser honesto. Muchas veces, cuando arrojamos palabras sin haberlas pensado, estamos respondiendo a impulsos emocionales más que a una intención real de comunicarnos.
¿Sinceridad Vs. impulsividad?
En situaciones de estrés o conflicto, el cerebro activa la amígdala, una estructura que nos lleva a reaccionar de forma inmediata, sin que medie la razón. Si bien, esto es de gran utilidad en momentos de peligro inminente, durante una conversación nos empuja a decir frases hirientes que solo escalan el conflicto y nos ponen en una situación peor. Cuando actuamos “sin filtro,” lo que ocurre es que dejamos que la emoción domine, y no permitimos que nuestra corteza prefrontal (estructura de la razón y del procesamiento emocional) haga su trabajo reflexivo.
Pero no se queda allí, porque a veces, incluso cuando interviene el pensamiento, este puede estar tan cargado de creencias desadaptativas que lo que decimos sigue siendo problemático. Por ejemplo, si pensamos: “nadie me respetará si no soy duro” nuestras palabras serán más una descarga de enojo que una expresión genuina de lo que queremos comunicar.
Lo que nunca nos enseñan
Es común pensar que, por el simple hecho de aprender a hablar, ya sabemos comunicarnos ¡Nada más lejos de la realidad! La comunicación efectiva es una habilidad que se enseña y que perfeccionamos al ponerla en práctica.
En casa o en la escuela, rara vez se nos enseñó a manejar las emociones, a expresar ideas de manera clara, a negociar, a resolver conflictos sin convertirlos en discusiones o peleas físicas. Por el contrario, la mayoría crecimos observando patrones de comunicación disfuncionales: gritos, insultos, silencios incómodos, evasiones o comentarios pasivo-agresivos, que se convirtieron en los patrones que imitamos.
El resultado es que llegamos a la vida adulta con enormes vacíos en habilidades sociales fundamentales, como la capacidad para escuchar, regular nuestras emociones o expresar desacuerdos y sentimientos incómodos sin agredir.
Resolver conflictos no es algo que simplemente “se nos da.” Es una habilidad que debemos aprender y que requiere de esfuerzo consciente, porque es una muestra de autocontrol, empatía, paciencia y de la capacidad que tenemos para enfocarnos en soluciones reales. Por eso, para conseguir desarrollar esta habilidad, debemos dejar de pensar que resolvemos un problema cuando ganamos una discusión imponiendo puntos de vista o, por el contrario, que tenemos que evitar las conversaciones difíciles a toda costa guardando silencio.
La mayoría de las personas se ubican en alguno de estos dos extremos al pensar que:
“Si no son duros al hablar, los van a pisotear” o “que deben tener la razón para demostrar su valor”. Esto influye en cómo interpretan las situaciones y en como responden a ellas, porque si creen que el desacuerdo es un ataque personal, tomarán una actitud defensiva.
“Si dicen lo que piensan serán rechazados” o “que seguramente están equivocados y por eso es mejor callar”. Guardar silencio cuando hay incomodidad solo acumula resentimientos y dolor que, eventualmente, se convierten en explosiones emocionales o en pérdida de la autoestima.
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El daño que hace la sinceridad mal entendida
La imprudencia disfrazada de sinceridad afecta significativamente las relaciones personales, la emocionalidad y, en general, la calidad de vida de quien lo confunde.
Los comentarios impulsivos generan heridas y resentimientos difíciles de sanar. Las palabras dichas en momentos de enojo se van quedando grabadas en la memoria del otro, afectando la confianza y la conexión, y ¡No te engañes! hablar sin filtro es percibido como falta de profesionalismo, decir “yo soy directo” no hace a nadie más valioso sino más difícil de manejar en un equipo.
Aprender a desaprender
El “yo soy así” no es una excusa para evitar el cambio. Nadie nace siendo “muy frontal” o “muy reservado”. Casi siempre estos mecanismos de abordaje social vienen de las experiencias vividas y de lo que hemos visto en nuestras figuras de referencia. Así que esto no está escrito en piedra, siempre podemos cambiar.
Y por cambiar, no me refiero a perder nuestra esencia, sino aprender a expresarla de manera que nos permita construir relaciones más profundas y saludables con los otros y con nosotros mismos. Así que, la próxima vez que sientas la necesidad de ser “directo,” detente un momento y hazte estas 3 preguntas:
¿Estoy siendo honesto o impulsivo?
Esto que quiero decir ¿qué intención tiene realmente?
¿Lo que quiero decir me lleva a resolver un problema, a que me entiendan mejor, o solo a descargar abruptamente una emoción?
Si te identificas con esto, imagino lo frustrando que debes sentirte. Y ¿sabes algo? formas parte de un grupo muy grande de personas a las que esto les pasa, la pregunta es ¿quieres pasarte al grupo, más reducido, que se atreve a retarse a sí mismo para ser mejor?
Ya lo reconociste, ahora da el paso y busca ayuda. En Neurohealth todos nuestros psicoterapeutas están capacitados para apoyarte a generar el cambio.
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